Cuando alguien a quien amas duele, nunca sientes que estás haciendo lo suficiente. Usted los devuelve en segundos. Los sostienes cuando lloran. Los espolvorea con clichés sobre cómo todo va a estar bien y cómo vas a estar allí para ellos si necesitan algo. Usted se asegura de que sepan que son apoyados y amados. Pero más allá de eso, no hay mucho que puedas hacer. En última instancia, eres impotente.

Cuando alguien a quien amas le duele, tienes dificultades para disfrutar. No querrás pasar un buen rato mientras tu persona está encerrada en su habitación derramando lágrimas. Preferiría estar con ellos, incluso si eso significa rechazar una buena noche para quedarse adentro y dormir. No hay duda en tu mente. Elegirías a tu persona cada vez.

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Cuando alguien a quien amas duele, tus emociones son más extremas de lo que hubieran sido si fueron los que pasaron por un momento difícil. Estás acostumbrado a la decepción. Estás acostumbrado al dolor. Una parte de ti podría incluso creer que te lo mereces. Pero esta otra persona no merece nada malo. No se merecen ningún dolor de corazón, ninguna picadura. Se siente injusto que estén pasando por el infierno. Hace que el mundo parezca cruel.



Cuando alguien que amas está lastimado, es fácil sobrepasar tus límites. Es fácil preocuparse demasiado. Es fácil empeorar las cosas en lugar de mejorarlas. Puede hacer suposiciones sobre cómo se siente su persona sin hablar primero con ella. Puede tratar de vengarse de ellos, aunque quieran manejar la situación ellos mismos. Puede ser tan inflexible acerca de ayudarlos que accidentalmente terminará alejándolos en el proceso.

Cuando alguien a quien amas le duele, te cuesta decir lo correcto. No querrás terminar haciéndolos sentir peor, así que revisa cada texto que envías y repensas cada palabra que sale de tus labios. No desea hacer demasiadas preguntas y hacer que se cierren, pero no desea hablar sobre el momento en que pasó por algo similar y hacer que parezca que está haciendo todo sobre ya sea. Es difícil encontrar el equilibrio perfecto. Es difícil consolar a alguien que amas. Pero incluso si te equivocas y dices algo estúpido, esperas que tu persona se dé cuenta de cuánto te importa. Esperas que se den cuenta de que solo quieres lo mejor para ellos.

Cuando alguien que amas te duele, te enferma el estómago. Su dolor es tu dolor. Sus dificultades son tus dificultades. Desearías poder agitar una varita mágica para que todo vuelva a estar bien, pero en realidad, no hay forma de que cambies las cosas. Es imposible que les quites su sufrimiento. Es imposible para ti salvarlos. No puedes hacer mucho más que mirar desde la barrera, estar allí para ellos cuando estén listos para tu comodidad.



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