Después de tres meses con alguien, comienzas a calmarte. Empiezas a relajarte un poco. Bajas la guardia, actúas más como quien realmente eres. Ellos también lo hacen: usted aprende quiénes son, día tras día.

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Aprendes dónde tienen lunares en las piernas y marcas de nacimiento en la espalda. Después de tres meses, comienzas a imitar sus gestos, inconscientemente: su risa, sus peculiaridades del habla. Aprendes cómo les gusta ser tocados, besados ​​y amados.

Ustedes cocinan el uno para el otro, juntos. A veces sabes lo que está pensando cuando te mira. Pero después de tres meses, a veces todavía te preguntas qué está pensando mientras busca en tus ojos.



Después de tres meses, comienzas a tener rutinas. Se ven los sábados por la tarde y los domingos. Duermes en su casa dos días a la semana. Te despiertas, te vistes, vas a trabajar juntos. Haces la cena los viernes por la noche. Corriendo los jueves.


Tienes besos diferentes para diferentes situaciones. Besos largos y apasionados, cálidos, húmedos y profundos. Picos cortos, besos tontos en los labios y las mejillas. Besos en los ojos y la nariz, y detrás de las orejas y en la nuca. A lo largo del cuerpo y senos y costados.

Hablas sobre el futuro: dónde encontrarnos mañana para almorzar; qué cocinar para el domingo; casas de ensueño y muebles; nombres de bebé. Bromeas sobre el futuro y, sin embargo, hay granos de verdad en las bromas, y granos de esperanza de que el futuro que imaginas para los dos pueda suceder.



Has tenido largas conversaciones sobre nada y todo, sobre lo trivial y lo serio. Después de tres meses, hablas de ser exclusivo, de etiquetas, de sueños, esperanzas y miedos. Te abres, creas confianza, porque la confianza se construye un día a la vez, un beso a la vez, una promesa a la vez. Confías y cierras los ojos y confías.

Después de tres meses comienzas a amar, realmente amas profundamente. Ya no es solo la pasión del momento, sino el profundo cuidado que viene con el tiempo, de estar con alguien que te sorprende cada día, que te hace sonreír. Aprecias que sonríen cada vez que te ven. Tú también sonríes.

Empiezas a querer ser su para siempre. Quieres que sean tu siempre. Quieres ser de ellos, y quieres que sean tuyos. Y estan.



Ustedes intercambian piezas de ustedes mismos. Intercambias historias. Después de tres meses, haces nuevas experiencias y nuevas historias. Recuerdas la vez que ambos caminaron media milla en frío y granizados para una reserva de cena en el restaurante que ama. O su relajante mientras esperabas los resultados de tu ultrasonido.

Cada momento juntos es un recuerdo, una palabra en la historia de 'nosotros'. Y después de tres meses, vale la pena leer, contar y recordar la historia.

Después de tres meses, se siente como tres años. Y después de tres meses, esperamos los próximos tres años. Te hormiguea con anticipación las nuevas cosas que aprenderás y amarás de ella. Después de tres meses, todavía están aprendiendo unos de otros, pero después de tres meses, saben que nunca querrán estar con nadie más.