Nadie quiere amar a una niña triste. Ella no es ni las margaritas ni las rosas. Ella no encuentra la primavera a sus pies. Ella es los pensamientos melancólicos con una mente ansiosa. Encuentra consuelo al usar cuellos de tortuga para cubrirse la cara cuando llora. Ella es la que llega tarde a las citas porque ha estado yendo y viniendo en su departamento para decidir si ir o no. Ella no puede traer vida a la habitación con sus anillos de risa porque está ocupada mirando algo desconocido. No puedes enorgullecerte de ella como un centavo brillante que has recogido porque ella siempre se ve muy agotada.

Nadie quiere amar a una niña triste porque ella es una batalla eterna, temes que te veas obligado a luchar. Ella crea problemas de la nada y nada de todo. Ella no es espontánea. Ella no es la que se sienta junto a la hoguera tarareando una dulce melodía con el pelo en toda la cara que se mete suavemente detrás de las orejas. En su lugar, tienes que sujetar su cabello hacia atrás con la cara sobre el inodoro vomitando por todas partes.

Nadie quiere amar a una niña triste porque no es fácil. Ella tiene un equipaje. Ella no es esa chica en la televisión que desearías tener. Ningún día es igual. Nadie sabe lo que traerá el próximo momento. Ella no es la que se ve perfecta en tu camiseta y Calvins con el par de labios perfecto sorbiendo un batido a través de una pajita. Ella no es la chica de tus sueños maníaco-pixie. A ella no le importan los miles de dólares gastados en maquillaje o la membresía desperdiciada del gimnasio.



Nadie quiere amar a una niña triste porque cuando la viste por primera vez no parecía triste. Ella tenía bien, una cara fuerte y una lengua afilada. Y lo disfrutaste. Parecía gustarle esa ventaja, pero no tanto cuando ella comenzó a contar su historia y comenzó a ver sus fases. Entraste en pánico. No quieres eso. No quieres ser esa persona que no podría hacerla feliz a pesar de que fuiste la única razón que la hizo intentar ser feliz. Querías la misma versión de cada historia con un poco de pimienta extra. Y entonces no lo haces. Y está bien porque ella merece la montaña mientras tú solo eres una piedra del océano.