Los recuerdos se marcan en tu piel; se estampan en tu corazón. Son un peso que solo tú puedes sentir, pero para el mundo te sientes expuesto. Las cosas que alguna vez fueron importantes hace años ya no lo son, pero en un abrir y cerrar de ojos podría parecer que fue ayer.

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Todavía puedes ver la expresión en sus ojos; puedes escuchar la forma en que solían reír. Alguien con quien alguna vez estuviste cerca, pero ya no lo eres. Su existencia en su mundo está disminuida, pero los recuerdos se han quedado.

Tenemos esta percepción en nuestras mentes de que extrañamos a la persona con la que solíamos estar cerca, pero es la idea de ellos lo que nos da dolor. Son más bien las cosas con las que los conectamos y las pequeñas cosas que se han grabado en nosotros.



Es importante recordar que todos tenemos el poder de controlar exactamente lo que nos controla.

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Ahora es el momento de descubrir tu vida y aferrarte a las cosas que te hacen feliz. Si los recuerdos te hacen feliz, guárdalos. Extrañarlos también está bien, pero solo extrañar en tu mente, no en tu corazón. Los recuerdos tienden a quedarse con nosotros, pero nunca significa que estamos vinculados a la persona con la que los asociamos.

Suelta cada parte de ellos y libérate de la cuerda que te sujeta a ellos. Solo cierra los ojos, di un adiós silencioso y sigue adelante. Ahora abre tus ojos.