He llorado solo en autos más veces de las que puedo contar. En mi camino después de un largo día de trabajo. En estacionamientos vacíos porque simplemente no podía soportar volver a casa. Detrás del volante mientras conducía horas durante la noche para escapar de lo último de lo que estaba huyendo. Detrás del volante mientras conduzco hacia aquellos que amo en un momento de crisis.

Siempre ha habido la comodidad de llorar solo en mi auto.

Al crecer, conducía hasta el lote del lago que era propiedad de mi familia y me estacionaba para poder ver el agua. Me concentraría en las ondas en la superficie mientras trataba de encontrar la calma en mi tormenta.



Me preguntaba si podría simplemente sumergirme y no volver a subir. El problema era que soy una chica del lago. Criado en el agua, me enseñaron temprano sobre cómo manipular mi cuerpo para que el agua no ganara.

Entonces, ¿cómo ahogas a una chica que solo sabe nadar?

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Cuando te enseñan a luchar por la vida, es una lucha confusa desear la muerte.



Sin embargo, no recuerdo un momento en que esa alternativa no se me pasara por la mente. Desde muy temprana edad pasaba horas pensando en las opciones y las consecuencias. Durante años me esforcé por encontrar una manera de hacerlo sin romper los corazones de mis padres.

Al final del día, sufriendo mi propio desamor para evitar el de ellos. fue y todavía lo es la mejor opción.

Entonces, en lugar de terminar con todo, elegí llorar sola en mi auto. Hay algo que decir sobre el tranquilo consuelo del asiento del conductor. Hay comodidad y posibilidad. Verás, cuando las lágrimas se secan, puedo huir o volver a enfrentar a mis demonios.



no quiero ser salvado

Llorar en mi auto me permite escapar de muchas maneras. Hay tantas posibilidades que yace detrás del volante. Cuando estoy sentado allí, trabajando entre los restos de mi última tormenta, el control es todo mío. Ya sea para quedarse o ir, y por cuánto tiempo, todo se reduce a mí.

Yo tengo el control cuando lloro solo en un auto.

En esos momentos, cuando siento que el mundo me está controlando, esa pequeña libertad, esa elección, es lo que me ancla. Me mantiene en su lugar, dándome tiempo para recordar mi fuerza. Mantiene mi cabeza fuera del agua y me recuerda que rendirme no es el escape que necesito.

Me recuerda quién soy y de lo que soy capaz.

Solo han salido cosas buenas de llorar solo en mi auto.