Mientras me siento aquí complaciendo mis papilas gustativas con mi primer helado de la temporada, un alivio frío contra las temperaturas siempre en aumento, no puedo evitar pensar en la dulzura del verano. Esperamos largas noches de invierno para exponer nuestro ser de verano, donde nuestros corazones pueden correr tan libres y sin jaulas como las olas del Atlántico y nuestras esperanzas brillan más que el sol.

romper cartas de amor para él

Aquí hay seis razones por las que espero con ansias el verano, no solo como una temporada, sino también como un estado mental:

1. El aire libre.

La capacidad de curar nuestra hibernación invernal con dosis tras dosis de vitamina D. Con la nueva vegetación y la naturaleza generosa llega una sensación de tranquilidad y paz. Desde disfrutar el agua y el cloro hasta las caminatas, las hogueras, los festivales, los porches y todo lo demás, cada respiración de oxígeno húmedo rejuvenece nuestros pulmones protegidos.



2. La gente.

Nuestros compañeros besados ​​por el sol. Los que hacen la vida más simple. Los que irradian buen rollo, que entienden que estos momentos son tan inequívocos como temporales. Los que incansablemente nos aseguran que se levantarán junto al sol mañana. Esas personas especiales e incomparables que aportan valor a la vida, que llenan un archivo adicional en nuestros recuerdos.

3. La música.

Qué satisfactorio, escuchar la dicha lírica que irradia de los altavoces, que cuenta historias de rayos de sol, costas y la sensación de beber una fría. Canciones de citas románticas que maduran en lo real. Cada vez que presionamos play, convertimos nuestras almas en micrófonos.

4. Las indulgencias.

Las vistas y los olores de esas comidas y bebidas de verano. Cerveza fría y barbacoas. Helado de café y helado. Agua helada y sandía. Productos frescos que producen la energía que necesitamos para mantener durante tres meses calurosos. Sabores deliciosos tan estacionales que no podemos evitar saborear cada segundo.



5. La simplicidad.

Qué serenidad, conducir con las ventanas bajas, el viento susurrando a través de nuestras yemas de los dedos. Usar menos para poder sentir más: el calor del sol en nuestros hombros bronceados, la arena entre los dedos de los pies, la piel sudorosa de un extraño que pasa rozando. El alivio de descansar nuestras cabezas sobre una almohada crujiente y sucumbir a un sueño autoinducido en las últimas horas antes del amanecer.

6. Las posibilidades.

Las horas extra, la libertad extra ... para probar algo nuevo. Conocer a alguien nuevo. Hacer planes para no tener planes. Para seguir nuestros corazones y nuestras entrañas, para tomar decisiones basadas en el aquí y el ahora. Cuando nos liberamos de las cadenas de nuestras responsabilidades diarias, seguimos siendo solo lo que logramos con nuestro tiempo restante con el sol.